Crónica de Roberto Vega Peña - Navaleno -Orientación
En Daroca hizo muy bueno.
Había niebla entre Ojuel y la Bigornia; sin tráfico en la 234; los pueblos
sorianos sumidos aún en el cambio de hora, los pueblos aragoneses despertando
al color de sus frutales en flor.
Procuré todo lo posible no perderme la participación en Daroca.
La urbanización de San Cristóbal es un centro forestal. Como prefiero
llegar bastante pronto a las carreras de orientación me dio tiempo a pasear por
el camino que baja hasta el pueblo. Me llené de paz aragonesa y principié a
curiosear el terreno sin salirme del camino.
Así supe que el reto de olvidar mi fracaso en el último Campeonato
Ibérico de San Leonardo de Yagüe me iba a exigir máxima atención; es todo
cuanto puedo dar. Pero el pinar me otorgó confianza y sus voladores habitantes
inyectaron en mis venas el mágico elixir de la valentía.
En Daroca hacía bueno mientras charlaba en la salida. Iban llegando
los coches, las familias, los amigos, las amigas... Santiago Chivite salía
pronto; pudimos hablar un poco. En el equipo de salidas había rostros conocidos
(que no nombres) de aquel curso de trazadores en Logroño 2012.
Yo aún no sabía cuán mullido estaba el terreno ni cuántos tropezones iba
a amortiguar mi inteligencia…
Creía, y sigo creyendo, que los trazados aragoneses son exigentes. Mi desastrosa
experiencia en aquella Liga Norte/Aragonesa de 2011 en Navaleno da fe de ello
aún hoy en día cuando reviso los mapas. No vine a Daroca con presión, es
verdad; pero me imaginaba el reto a superar. Vine a Daroca sin entrenamiento
previo, también es verdad. Pero vine a Daroca cargado de ilusión, sin cansancio
y con el estandarte del Navaleno en el corazón. Ésta es la crónica.
La salida sigue provocándome desconcierto, mucho desconcierto. Lo evidente
fue que los dos primeros controles estuvieron a la altura de los peores de mi
categoría…
En Daroca hacía bueno. Con la tercera baliza me despabilé empezando a
enterarme de que, aquí, no encontraría ni una sola roca. Mi consuelo era que
estaba sujetando la locomotora que llevo dentro y que planificaba el recorrido
intentando navegar.
En el cuarto control noté la sensación de disfrute. Hasta confluí con alguien
que se convirtió en compañero de viaje en varias localizaciones.
Las balizas quinta y sexta me restaron credibilidad, provocaron más
trabajo de lo exigible, y sacaron a la luz que la orientación fina no es lo mío.
Recuerdo poco de ellas; tendría que volver sobre el terreno para estudiarlas de
nuevo.
¡Pero hacía tan bueno en Daroca!
El séptimo control parecía temible por su longitud. Lo resolví bastante
bien en el conjunto de los diez primeros tiempos. Con los nervios templados,
aprovechando grandes referencias junto a mi punta de resistencia-velocidad (de
algo tengo que presumir), navegando hasta dar limpiamente en la gran vaguada...
En fin, creo que estaba disfrutando.
Ya dije antes que los trazados aragoneses son exigentes. El buclecito
formado por las balizas séptima a décima, con distancias cortas, lo resolví
decentemente aunque con toneladas de prudencia. No me desorienté, no tuve que
relocalizarme, presté atención al terreno y manejé la brújula (aunque os pueda
parecer obvio).
A partir de aquí ya no volví a ver a mi compañero de localizaciones; sospecho
que él navegó por los verdes del control diez al onceavo. Por mi parte, estaba
bien asentado en el mapa y solté la locomotora para fiarme de las grandes
referencias (y de mi zancada libre). No fue la táctica más elegante, lo
reconozco, pero me catapultó definitivamente en la carrera.
Mi único despiste se produjo aquí, desplazándome hasta el control
doce. Pero éste fue el secreto de que pase a la posteridad con el mejor tiempo
de todos en esta baliza, en mi categoría y en esta hermosa carrera de
orientación. Luego, llegar hasta el control trece fue cómodo.
Sabedor de que lo estaba logrando no me atreví a fluir por los verdes
hasta la baliza catorce. Continuaba teniendo bien orientado el mapa así es que
seguí las grandes referencias, navegando con cierta soltura, para localizar la
base electrónica.
Hubo concurrencia de corredores durante toda la extraordinaria mañana;
me agrada ver las diferentes equipaciones. El tiempo en la baliza quince se
puede mejorar. Y ya no había lugar a equivocaciones para alcanzar la dieciséis,
a pesar de la ayuda intencionada de un buen orientador que correteaba en
sentido contrario.
Ya está. Y ya poseo el mapa de Daroca. Compañeras y compañeros, ya
está. Hacía muy bueno en Daroca.